lunes, 28 de septiembre de 2009

La Muerte del Político ~ Cuento Corto

Todos los políticos estaban sentados en unas acolchonadas sillas rojas, parecidas a las de un auditorio, mientras contemplaban al Presidente de la República dar un discurso en el estrado. Muchos de ellos fácilmente se distraían con la elegancia de la habitación. En ella había una gran cantidad de plantas, el piso era una de una refinada madera café oscura, y las paredes negras, lo cual agregaba la sanación de estar en un lugar amplio y separado del mundo

-¡Este es el momento en el que todos debemos de mantenernos mas unidos como país! No podemos dejar que nuestra patria sea corrompida por la corrupción generada en nuestro gobierno, las sociedades secretas que atentan contra el poder del Estado, atentan también contra los derechos del pueblo. No deben de dejarse corromper por los lujos que estas sociedades les prometen. No son más que falsedades, falacias sin sentido.

El Presidente termino su discurso y se dio la vuelta. Un Fuerte tronido llamo la atención y al instante el público soltó un grito. El cuerpo del presidente se desplomo en el piso, y de su pecho comenzó a brotar sangre tiñendo su ropa de un rojo obscuro.

Los políticos empezaron a salir del lugar con rapidez, como cucarachas. Ni siquiera el cuerpo de seguridad personal del presidente se tomo  la molestia de ver quien había disparado. Y en las sombras, en el más oscuro y húmedo rincón de la habitación, estaba un hombre. Viejo, con el pelo tan blanco como la nieve peinado hacia atrás, sonriendo de oreja a oreja con un brillo intenso en sus ojos azules.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Mil Poemas ~ Poema

Eres mar de promesas,
Brisa de amores,
Tormenta de disculpas
Y sequia de emociones.

Mírame a los ojos cuando llore,
No me digas que todo estará bien.
Pues tú sabes que no me amas,
No más de lo que yo te ame.

Y aunque te escriba cien canciones,
Más de mil poemas,
O millones de letras,
Entre tú y yo todo seguirá igual.

Y aunque esos mil poemas vayan a oídos sordos,
Y esas millones de letras sean vistas por ojos ciegos,
Yo aún te quiero, aún te comprendo.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Razones ~ Reflexión

Mis lágrimas son tinta, las cuales caen sobre el papel. Cada verso, cada palabra, cada escrito, una pena, un recuerdo. Y ahora me pregunto ¿Por qué escribo? Escribo para olvidarme del mundo, para no tener que recordar la triste y amarga realidad que vivo cada día. Escribo para desahogarme, para que no me veas triste, para que no me veas derrotado. Escribo por ti, por nadie más.

Cada filosa espina que insertaste con fuerza en mi corazón es un motivo más para continuar escribiendo. Cada gota de sangre que me hiciste derramar, es otra letra, otra palabra, otro escrito que seguramente no leerás. Estoy seguro que estas palabras esclavas de ti, jamás te verán, y si te ven, será por casualidad. Cuando este texto de dignes a mirar, seguramente no le hallaras sentido alguno, pues tal cosa seria como pedirle a Dios que cambiara el mundo, como pedirte que estuvieras a mi lado.

Hojas rotas, tinta derramada. No seré yo el único que sufra por estas causas. Mis versos nunca llegaran a ser oídos por personas como tú, frías, crueles, pero al fin y al cabo humanas. Distinguidas serán estas palabras que con sufrimiento se forman, tanto sentimiento retraído ha roto los grilletes que le sostenían. Un suéter tejido con mis últimas lagrimas, un último texto de sangre manchado. Ése es tu regalo.

No dejaré que el mundo me deje tirado, pues la vida solo suspira para sí misma y no para otras personas. Ya me has tirado por el abismo del desamor, Cupido falló al no poder disparar esa flecha. Mi corazón corrompido hoy llora por última vez para ti. Embotella mis lágrimas, embotella mi tinta, embotella mis palabras, es la última vez que las veras.

Te diría que te amo, pero sería tan hipócrita que hasta a mi me dolería hacerlo. Aun así, donde hubo fuego, cenizas quedan. Es una lástima que en lo nuestro nunca se encendió la llama, nunca hubo fuego y por lo tanto, es cuestión de ser suficientemente idiota para seguir buscando las cenizas de una pasión que nunca existió, y por si te lo preguntabas: sí, sigo siendo idiota, lo suficiente para quererte.